¿La tristeza le duele al cuerpo?
agosto 03, 2020 Casi todos en algún momento de la vida hemos percibido algún dolor físico relacionado con la tristeza, un nudo en la garganta, o un dolor en el pecho al perder algo muy querido para nosotros. Este dolor, ¿está relacionado con la tristeza que estamos sintiendo, o es algo ´mental´?
Por la manera en que crecimos, como sociedad tenemos la tendencia de separar la razón de las emociones. Y esta separación nos lleva a pensar que los procesos que intervienen en el dolor físico y en el sufrimiento emocional son factores separados. El dolor físico lo solemos relacionar con aspectos más tangibles; una herida, o una enfermedad. En cambio el dolor emocional lo tenemos más apartado, casi como algo mítico de lo que solo se habla en poemas o canciones. Le restamos importancia. No obstante, el físico y el mundo emocional no están separados, por el contrario, están estrechamente relacionados y casi invariablemente los problemas en la psíquica tienen repercusiones en nuestra esfera física.
Hay varios elementos que analizar, y comenzaré con las hormonas que interfieren en la tristeza o felicidad.
Principalmente dos hormonas son las que protagonizan más el proceso de las emociones, la dopamina y la serotonina. Las funciones de estas dos son muchísimas y muy variadas, pero ahorita me enfocaré en el área más emocional. La dopamina interfiere en la motivación y en el sentimiento de placer que sentimos ante distintos estímulos (sexo, alimentación, drogas, entre otros), además en el humor y nuestra atención. La serotonina es similar, trabaja en procesos relacionados con el ánimo, apetito, sueño, el dolor, las respuestas inmunes y el deseo sexual. Es muy importante para equilibrar las emociones.
Cuando estas hormonas tienen algún tipo de descontrol, puede ocasionarnos malestares emocionales, y entonces, ¿como responde nuestra esfera física ante esto?
La tristeza puede alterar nuestra percepción de la temperatura, y esto se representa en la literatura con frases como: la fría soledad o el calor de un buen amigo. En experimentos se ha notado que cuando un miembro del grupo siente el rechazo o se siente aislado, su temperatura corporal baja y estiman que el clima de la habitación es menor al que es en realidad.
Además, cuando estamos tristes sentimos desgano. Esto debido a que disminuye la producción de la hormona norepinefrina; que tiene una función de neurotransmisor y de encargarse de la reacción del cuerpo ante situaciones de estrés. Lo que causa que disminuya la frecuencia cardíaca y por lo tanto percibamos menor energía. Y aparte de eso, el organismo deja de saber cómo responder ante el estrés del día a día y se siente apagado y sin ganas.
Otro factor muy usual en que la tristeza afecta nuestro cuerpo es en el apetito, lo altera y produce pérdidas o subidas de peso en un corto lapso de tiempo. Esto funciona por un ciclo en el que la tristeza disminuye la producción de cortisol; hormona que controla los niveles de azúcar en la sangre, y esto a su vez provoca más alteraciones en el apetito y disminuye el ánimo.
Un hecho que vemos mucho en las películas y que incluso algunas personas han sentido es el conocido corazón roto, un punzón y dolor real. Esto es porque en situaciones de elevado estrés emocional se libera súbitamente una gran cantidad de catecolaminas, y el aumento de esto provoca que la frecuencia cardíaca se eleve muy rápidamente provocando un daño físico y real en el corazón. La persona que lo sufre presenta síntomas similares al de un paro cardíaco, con dificultad para respirar y fuerte dolor en el pecho.
Por todas estas formas en que la tristeza afecta la esfera física es que es el estado psicológico más dañino para la salud, y podemos aliviarla al llorar.
referencias:
Ijzerman H, Gallucci M, Pouw WT, Weiβgerber SC, Van Doesum NJ, & Williams KD (2012). Cold-blooded loneliness: social exclusion leads to lower skin temperatures. Acta psychologica, 140 (3), 283-8 PMID: 22717422
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-92272002000500003
Jiménez, S. R., & Valle, J. S. L. (2012). Cardiomiopatía de Takotsubo, el gran imitador del infarto agudo del miocardio. Revista CES Medicina, 26(1), 107-120.
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